Fue sentada sobre uno de los
embarcaderos construidos en el pequeño volcán que existe en mitad del Mar
Menor, la isla de Perdiguera, mientras tomaba notas para un estudio sobre
geomorfología litoral, cuando aprecié en su conjunto la belleza del entorno que
me rodeaba y la presión ambiental a la que estaba sometido. Sobre el horizonte,
se desdibujaban entre la calima de la tarde, los altos edificios que ocupan
ahora el largo cordón litoral de arena de 22 kilómetros de largo. Lo que hoy
configura el skyline de lo que parece
una gran ciudad, podía ser una reserva natural de un ecosistema dunar.
Atardecer en la Manga del Mar Menor. Fotografía de Javier Abrego. |
Este cordón litoral, denominado
“La Manga”, se fue formando a causa de los sedimentos transportados por la
corriente marina predominante, dirigida hacia el sur, desde la desembocadura de
los ríos, principalmente la del río Segura. La flecha de arena, en términos
geomorfológicos, creció sustentada en los afloramientos volcánicos, apoyada en
la plataforma del Cabo de Palos y al abrigo de la Isla Grosa. Estos factores la
mantienen aislada de los fuertes temporales. Además su sedimentación se vio
reforzada por las variaciones del nivel del mar.
Al final, el cierre del cordón litoral,
dio lugar al Mar Menor: una inmensa laguna salada, la mayor de Europa,
comunicada con el Mar Mediterráneo por medio de pequeños canales, denominados
“golas”. Un ecosistema único en el mundo, con una gran diversidad de
endemismos. Las especies se han tenido que adaptar a condiciones extremas, de
alta salinidad y variabilidad de la temperatura del agua, de variaciones de
hasta 20ºC a lo largo del año.
Otras zonas de gran valor tanto
biológico como geológico y cultural forman la periferia del Mar Menor. Salinas,
montes volcánicos, campos de cultivo, dunas, humedales, islas, ramblas, así
como el medio sumergido, conforman un mosaico de paisajes singulares, en
biodiversidad y contrastes. La riqueza paisajística y biológica le ha valido a
este entorno el reconocimiento de sus valores ecológicos, prueba de ello las
numerosas figuras de protección con las que cuenta a nivel internacional: Zona
de Especial Protección para las Aves, Lugar de Importancia Comunitaria, Humedal
RAMSAR nº 706, Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mediterráneo
y Zona de Especial Conservación, dentro de la red Natura 2000. A nivel regional
también cuenta con la declaración de Paisaje Protegido y Área de Protección de
Fauna Silvestre. La colindante Reserva Marina de Cabo de Palos e IslasHormigas, es de las más importantes del Mediterráneo y reúne todos los años a
submarinistas de ámbito nacional e internacional.
Sin embargo, una gestión inadecuada
de este territorio a lo largo de los años y la ignorancia sobre el manejo de
los recursos naturales, unidos a la especulación y el lucro, se ha llevado por
delante gran parte de los valores naturales y el equilibrio en el que se
sostiene este ecosistema singular. Uno de los impactos más grandes a los que se
ha visto sometido el Mar Menor, tuvo lugar en
1973 con la apertura de la “gola del Estacio”. En un principio este
canal fue, natural, con un uso tradicional de la pesca, ya que era muy
frecuentado por los pescadores de los pueblos del entorno. El canal se dragó y
se ensanchó para facilitar el paso de los barcos entre los dos mares. Esta
operación causó un desequilibrio grave en el hábitat, ya que afectó a dos de
los componentes que diferencian a este ecosistema, por un lado la salinidad y
por otro las temperaturas extremas, ya que se vieron suavizadas por el mayor
caudal de la corriente mediterránea.
Otro de los fenómenos que más ha
afectado a la calidad del agua, ha sido la persistencia en el tiempo, de los
residuos de la actividad minera que se ha desarrollado durante años en la
Sierra de Cartagena- La Unión. La concentración de metales, arrastrada por las
ramblas que conectan esta sierra, con el Mar Menor, como la rambla del Beal,
las Matildes, Ponce o Cascarrilla; está muy por encima de los niveles críticos marcados
por la Ley de Contaminación de Suelos y supone un fuerte impacto para el
equilibrio ecológico de la laguna.
Para intentar mitigar este
problema, la Fundación Sierra Minera, junto con el programa Europeo LIFE-Medio
Ambiente, pusieron en marcha en 2003 el Proyecto Jara: una iniciativa para la
recuperación ambiental de la contaminación causada por las minas, que tuvo como
acciones principales: la limpieza de las ramblas que vierten al Mar Menor, la
descontaminación y reforestación de suelos afectados por la minería, así como
la eliminación de balsas estériles y escombreras. Se estimó un plazo de
ejecución del proyecto de 33 meses. A pesar de que existían numerosas acciones
propuestas no se completaron todas. Por tanto, quedó de manifiesto que el plazo
concebido en origen para la realización de los trabajos, era demasiado corto, y
que el proyecto se orientaba en mayor medida a efectuar un lavado de cara a la
zona, más con fines turísticos que para la verdadera recuperación del entorno.
Así, el turismo y el urbanismo
mal gestionado, constituyen otro de los factores graves de impacto ambiental en
el Mar Menor. En los años 60 y 70, apenas se entendía en nuestro país el
concepto de turismo de naturaleza o turismo ecológico. Tampoco en la actualidad,
nadie parece preocuparse, sobre todo, desde la parte correspondiente a las
autoridades, lo que estaba destinado a ser uno de los entornos con mayor
riqueza en biodiversidad y valor cultural del Mediterráneo, se ha convertido en
una bomba especulativa, en la que la presión demográfica ha terminado por
ahogar los recursos naturales, causando graves daños al ecosistema. Existen
numerosos indicios que muestran que el sistema natural y marino está a punto de
colapsar, puesto que se ha superado con creces la capacidad de carga de este
territorio. La degradación del entorno comienza a ser tan alarmante que incluso
puede hundir al propio sector que la propició: El turismo masivo de sol y playa.
El Mar Menor sufre ahora
numerosos problemas que afectan a los veraneantes, como las medusas o los
mosquitos de los campos de cultivo circundantes. Año tras año, los municipios
gastan miles de euros en intentar proteger a los bañistas de la plaga de
medusas a través de diversos sistemas como redes de arrastre o dispositivos a
lo largo de las playas, pero aún no hay inversiones y propuestas serias para
paliar el problema desde su origen.
Quizás sea oportuno recordarles a
las autoridades, que la plaga de medusas está causada por la enorme cantidad de
vertidos orgánicos y fitosanitarios que se generan debido a los contaminantes
provenientes de la agricultura y a una depuración deficitaria así como por
vertidos realizados sin control. La manera eficaz de luchar contra
las medusas es establecer unas medidas serias e invertir en la prevención de la
contaminación en el Mar Menor, identificando los puntos críticos como es la rambla
del Albujón, que aporta más del 80 % del posible vertido. Además, puesto que
las medusas se alimentan de estos vertidos, resulta obvio que en las mismas
condiciones, sin la plaga de medusas los niveles de contaminación de la laguna
se habrían disparado. Por tanto, se puede concluir que las medusas mantienen la
calidad del agua en mejor estado.
Ahora que el Mar Menor se
enfrenta a todos estos problemas se hace patente que las autoridades y
administraciones competentes deben tomar la iniciativa de trabajar juntas para
una mejor gestión del territorio, el cual necesita un Plan de Ordenación de los
Recursos Naturales (PORN) que sin embargo no termina de llegar. El PORN del Mar
Menor lleva un retraso de 10 años, y en el pasado 2012, las administraciones
anunciaron que no se aprobará y se realizará un Plan de Gestión. Numerosas
asociaciones ecologistas y defensoras del medio natural han protestado en
contra de esta determinación, la cual no pone límite a los intereses
especulativos y no es capaz de restaurar ni de frenar la presión sobre el
territorio. A finales del pasado mes de mayo de 2013, el Mar Menor ha vuelto a
saltar a los medios a través de la
campaña “Juntos por el Mar Menor” que han emprendido ANSE y WWF-España, para
hacer un llamamiento y concienciar a los sectores económicos, las
administraciones y a los ciudadanos, de que es necesario conservar este entorno,
sensibilizar sobre sus amenazas y promover soluciones para la recuperación.
No hacen falta más análisis ni otros
diagnósticos que determinen la salud del Mar Menor. Está enfermo. Por ello es urgente
que se tome muy en serio el cambio del modelo turístico, con restricción de los
usos que causan mayor impacto, y un control de los vertidos. Otra de las claves
reside en el cambio de modelo urbanístico y del tipo de turismo. Sería
recomendable orientarlo hacia el turismo natural, aquel que promueve el
disfrute de la naturaleza, que resalte como atractivo la belleza de los
paisajes mediterráneos y que muestre las playas como ecosistemas vivos, en
lugar de seguir el modelo de desarrollo urbanístico insostenible que lleva a un
callejón sin salida, del cual ya son víctimas los propios turistas. Se hace por
tanto necesaria, una red ecológica con entornos próximos al Mar Menor, como el
Parque regional de Calbanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila, con 17
hábitats prioritarios, tres figuras de protección internacional y playas
vírgenes. Si no se pone remedio en la gestión de este territorio, el Mar Menor
y su entorno se convertirán en un paraíso más del Mediterráneo, que perderemos
para siempre.
En el siguiente vídeo, realizado por Prensanova, podemos ver imágenes de La Manga de Mar Menor, antes y durante su desarrollo urbanístico.